La marca fue construida bajo una lógica visual flexible y poderosa. Se utilizó como base la estructura ósea real de una serpiente, para dar forma a un isotipo que pudiera transmitir estados emocionales distintos según su posición y trazo. Se exploraron formas como serpientes acechando, atacando o en reposo, lo que permitió representar conceptos clave como alerta, transformación o introspección.

El objetivo era transmitir un mensaje claro: esta empresa observa, se adapta y mejora continuamente, tal como lo hacía el producto al analizar climas laborales y dinámicas organizacionales complejas. La marca debía funcionar tanto en contextos digitales como impresos, por lo que se trabajó en versiones simplificadas y adaptables, manteniendo siempre una línea visual coherente y simbólica.

El uso de colores como rojo, blanco y negro ayudó a definir un tono serio pero vibrante, y la forma final —una “S” estilizada con movimiento serpentino— permitió que el logo fuera escalable, reconocible y emocionalmente poderoso.